Uno de los lugares más icónicos en la Ciudad de México es, sin duda, el Zoológico de Chapultepec. Considerado uno de los paseos imperdibles por generaciones tanto de capitalinos como de turistas de México y todo el mundo, es único en su tipo.
La fascinación por las especies que se consideran exóticas no es nueva. En sus primeras crónicas sobre Tenochtitlan, Bernal Díaz del Castillo relataba la gran colección de animales que tenía el emperador Moctezuma en su palacio, justo en la zona donde años después se erigiría el convento de San Francisco, actualmente las calles de Francisco I. Madero y Eje Central.
En el mundo, el auge de los zoológicos estuvo marcado por la exploración del planeta. A menudo los más ricos, reyes, emperadores y grandes comerciantes, presumían las especies que podían traer desde el otro extremo del mundo, algunos de ellos exhibidos en parques públicos. A mediados del siglo 19, los zoológicos ya eran populares en Madrid, París o Londres.
Aunque el primer zoológico mexicano no se fundaría sino hasta finales del siglo 19, décadas antes hubo la intención de crear uno. En 1822, Simón Tadeo Ortiz de Ayala animaba al gobierno a crear un zoológico en Chapultepec y, aunque algunas especies fueron incluidas en el Museo Nacional, inaugurado en 1825, no formaban propiamente un establecimiento especializado.
El de Central Park, Nueva York, fue el primer zoológico que se fundó en América, en 1864; cuatro años más tarde, Chicago tendría el suyo. En tanto, Buenos Aires y Río de Janeiro se apuntaron a la tendencia en 1878 y 1884, respectivamente. Finalmente, por instrucciones de Porfirio Díaz, el primer Zoológico de Chapultepec se fundó en 1890.
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